La bodega; el lugar está repleto de trabajadores, todos cargan,
arman y desarman cajas, se mueven
rápido, todos parecen saber lo que hacen, todos parecen estar en el lugar y el
momento correcto. Junto a la bodega está la oficina, y allí, sentado, el tipo
que firma y apunta en mi tarjeta de trabajo la hora a la que entro, la hora a
la que salgo y también revisa mi bolso a la salida.Llego entonces, a cinco minutos para las diez de la mañana,
corro, el sujeto firma sosteniendo mi tarjeta en su mano, apenas saludamos.
Junto a los casilleros está un espejo con una frase: “Este es el empleado que
más colabora” reviso que mi labial esté solamente en mis labios, que mi cabello
esté en su lugar y que mis ojos no hayan amanecido fuera de su lugar. Entonces
guardo mi cartera en un casillero, que por cierto-no tiene candado- mismo que
comparto, no sé con quiénes. Alcanzo a sacar dos pastillas, me las pongo bajo la
lengua, y estoy lista.
Llego al compartimento de mis chocolates. De pronto pasa una pareja con un bebé:
-Hola buen día ¿Desearía llevar chocolates? son bombones con avellana-digo
sonriendo
-No, mire, estamos a dieta, pero gracias-dicen ellos mientras se alejan a prisa
- Está bien. Que tengan un buen día.La situación se repite varias veces, todos se ven idénticos, un
par de veces pregunto lo mismo a la misma persona, y esta me dice: -Señorita ya
me ofreció y le dije que no. Es increíble cómo la gente-sus rostros-se
convierten en lo más común, tanto que mi cabeza ni siquiera puede retener su
rostro CINCO MINUTOS.Siempre he sabido que les gusto a los hombres mayores, me
enferman. Mi trabajo es sonreír. Es una gran ironía. Sus mujeres a veces
ignoran que yo les sonrío, pero ellos-ellos sí que lo disfrutan.Cuando llegan solos, para hacerse los galanes, no les hace falta
más que decirme:-¡Pero, es usted un chocolate!-No tengo a quién regalar-seguido de una carita triste -¿Y si le compro me da su teléfono?-¿Y esos ojazos mi amor?-Si usted viene con los chocolates, claro que compro.-¿Cuál es su nombre?- Salomé, ¡Pero qué nombre tan bello! ¿Bíblico verdad? Déjeme
ser su sansón (?)
-Eh, no. Y no, la pareja era Sansón y Dalila- respondo, sonriendo aún.Los jóvenes, reproducen las palabras de los hombres mayores casi
exactamente, pero demasiado nerviosos. Otros, creen parecer seguros y sabrosos-
no les funciona en absoluto.
Las madres, dicen que están en dieta. Las ancianas y ancianos dicen que tienen
diabetes. ¿Acaso a nadie le gustan los chocolates? Los niños y niñas, me
adoran, piensan que soy un dispensador. Son como sanguijuelas, se me pegan todo
el tiempo.
Las horas pasan tan despacio en la mañana, las horas pasan tan despacio en la
tarde.Las demás impulsadoras, no son jóvenes pero sus ojos brillan.
Adoran hablar de sexo, en cada oportunidad. Cuando la jefa no está cerca se
juntan para reír y cuchichear, preguntar la hora y sobre todo ansiar juntas que
termine el primer turno. Una de las cotorras entrega muestras gratis de
empanadas horneadas, otra entrega jugos de fruta congelada, otra,
muestras de whysky y agua con gas, etc. Y yo, chocolates, sobre todo, sonrisas.
Lucho en un mar de sensaciones, tengo de esas sonrisas que nacen del alma,
luego se vuelven tediosas, y terminan con mueca, una mueca amarga. Finalmente,
la sonrisa es una mueca.
Según mi gran estudio de mercadeo, puedo decir que las personas con dinero se
ven más felices, son más felices, al ser tan felices, se ven más bellas y sobre
todo hacen lo que se les da la gana. El dinero es el amo, y yo soy su esclava, yo sonrío y
finjo amabilidad pensando en él. El dinero es el gran chulo, él es quién nos da
golpizas si le fallamos. Todos nuestros culos, le pertenecen. Nos entregamos
desnudos, le damos nuestra vida, nos enamoramos de él. Vivimos con él. La lluvia no para, enciendo un cigarrillo, terminó el primer
turno. Ya no sonrío, ya no me pagan por sonreír. Almuerzo cerca, la comida es
un asco. En esta ocasión la gente, se reunió y en nuestras tres horas libres,
decidimos beber unas cervezas. Todas, todos, con vidas problemáticas, casados,
solteros, con hijos, no tienen tiempo para beber-nunca. Y yo, sentada, en aquel
bar junto a una rockola, por fin me sentí en casa, cómoda como nunca.De vuelta en el mundo de la libertad de consumo, yo con mis dos pastillas bajo
la lengua, sonriendo y ofreciendo chocolates a cualquier mozalbete. Recibiendo
feliz cualquier comentario fuera de lugar, de cualquier desubicado perdido en
el tiempo salido de cualquier lugar.
El tiempo pasa despacio, en la mañana y en la tarde. Se acerca la jefa y debo
sonreír aún más.
Termina mi turno y la lluvia no para. Después de un eterno viaje, debo tomar
otro autobús, miro a la gente. Vendedores ambulantes, abrazándose, riendo,
escribiendo sus nombres en los autobuses mojados por la lluvia cuando el
semáforo está en rojo. Los amo por un minuto, me asombra la inocencia y la
simpleza de sus almas. No saben del vacío, no saben lo que es intentar
explicarse la vida a uno mismo. Los amo por otro minuto pero se acaba mi
cigarrillo.